11 feb 2009

Un trabajo adecuado


En cuanto escuché la voz de mi madre, sabía que aquel día no iba a ser bueno. Al mirar el reloj vi que eran las doce, ¿se había vuelto loca? ¿Cómo podía llamarme tan temprano?
- De hoy no pasa – me dijo colocando los brazos en jarras, si no buscas trabajo, no te pondré de comer nunca más.
No podía comprender que una madre se comportara así con un hijo, ¿de verdad quería que yo buscara trabajo? pero si soy muy joven, aun no he cumplido los treinta, y he oído por ahí que el trabajo deteriora mucho a las personas jóvenes ¡que egoísta pueden llegar a ser los padres a veces!
Me quedé en la cama un rato más, esperando que sólo hubiese sido una pesadilla, pero el grito de mi madre me confirmó que era real.
Me senté en la silla que hay en la cocina a esperar que mi madre me preparara el desayuno, miré a un lado y al otro y no encontré a nadie ¡mi madre me había dejado solo! Vi el pan y la leche junto al microondas, sobre de la encimera ¿pretendía que yo me preparara el desayuno? Definitivamente; aquél día mi madre estaba muy extraña.
Metí el vaso de leche y la rebanada de pan en el microondas, cerré la puerta y allí no pasó nada. Volví abrir y cerrar la puerta varias veces, pero aquello seguía sin funcionar, no lo comprendía porque enchufado estaba. También es mala suerte, mira que estropearse el microondas ahora. Me dí por vencido, saldría de casa con el estómago vacío. Sabía que a mi madre le daría remordimientos tras comprobar que me había marchado sin comer, pero algunas veces uno tiene que ser egoísta.

Lo primero que hice fue comprar un periódico en el kiosco que hay frente a mi casa, pensando que a lo mejor podía encontrar un trabajo apropiado para mí. Caminé hasta el parque que hay justo a la esquina y me senté en un banco.
En el banco que había justo enfrente observé un billete de quinientos euros, ¡cuántas cosas podría comprarme con aquel dinero! Envidié al tipo que se sentara en aquél banco y lo encontrara, mala suerte, desde luego, aquél no era mi día.
Abrí el periódico por la página de demandas de empleos.
Había un anuncio en el que pedían peones de albañil. Recordé cuando hicieron la obra frente a mi casa, observaba a los obreros por la ventana subiendo vigas, cubos de mezclas, ladrillos… tuve que levantarme de la cama para cerrar la ventana, me cansé sólo con mirarlos. Naturalmente ese trabajo lo descarté.
Encontré otro, ésta vez necesitaban un mozo de almacén, no está mal, pensé, todo el día hablando con las dependientas, luego recordé al chico que trabaja en el supermercado de la esquina, siempre estaba cargando cajas, me dio escalofríos. Además, seguramente algún padre de familia procuraría el empleo, y yo soy incapaz de robarle un puesto de trabajo a alguien que lo necesita tanto.
En otro anuncio, pedían un taxista, ¡todo el día sentado! Ése era perfecto, luego recordé que no tenía carnet de conducir. Tampoco valía.
Encontré algunos más, pero todos por el estilo, no comprendo por qué cuesta tanto encontrar un trabajo adecuado para cada uno. Me cansé y regresé a casa.
Mi madre me esperaba, aun parecía seria, pero cuando le dije que había estado buscando trabajo, se puso la mar de contenta y rápidamente se dispuso a preparar la comida.
Le conté que había estado en una obra pidiendo el puesto de albañil, en un supermercado donde le dieron el puesto a un padre de familia, que no me habían dado el puesto de taxista porque no tenía carnet… ella me escuchaba mientras cocinaba. Me decía que no me desanimara, que los trabajos estaban muy mal, que era muy difícil encontrar empleo en estos tiempos, yo le respondí que iría todos los días a buscar y que no me desanimaría. Ella sonrió y me besó la frente.
Estoy orgulloso de haberla puesto tan contenta, es por eso que lo he decidido, desde mañana saldré a buscar empleo todos los días. En estos tiempos de crisis, lo de encontrar trabajo está muy mal, y con la suerte que tengo… si hay tanta gente buscando, ¿porqué iba a ser yo el que lo encuentre?

3 comentarios:

Blanca Miosi dijo...

MJesus, que cuento tan tétrico. ¿Existirán tipos así? ¡Si hasta le daba flojera ponerse de pie para ir al banco de enfrente! Esa parte quedó bunísima, porque si bien ya se tenía una idea de su inutilidad, con ese gesto quedó sepultado.

Pobres madres que tienen que lidiar con esa clase de hijos, por que las hay.

Un abrazo,
Blanca

Unknown dijo...

En éste mundo hay de todo, y supongo que tipos así también, aunque no en ese extremo… o eso me gustaría creer.
Espero haber solucionado el problema con los comentarios, que tantos inconvenientes me está dando.
Gracias, un beso.

Noesperesnada dijo...

No sé porqué pero esta historia me parece tan real, como si algo de eso ya me estuviera pasando con mis hijos...