
No sé qué pensar. Me niego a creer que sea un cuadro el que nos cambie la suerte, intento pensar que es casualidad.
Ya dije en mi primera entrada, cuando creé el blog, que a partir del día en que coloqué el trébol en un lugar visible, me ocurrieron cosas buenas, una tras otra. Fue cuando comencé a tener mis dudas, aunque aun era reacia a creer del todo en él.
Pues bien, ahora vuelvo a tener mis recelos, y esta vez, quizás me haya convencido.
Yo veía que tenía suerte en cuanto a mis deseos, iba… voy teniendo cada vez más amigos, más logros en lo que me propongo, más confianza en mí misma… Quizás no me entendáis del todo, puede que os parezcan tonterías sin importancia, pero os aseguro que para mí son pasos agigantados.
A mi hijo le iban las cosas mal, o mejor sería decir: desastrosamente mal.
Había roto con su novia, tenía una hipoteca sumamente grande, y para colmo, se quedó sin trabajo. Anímicamente estaba fatal, aunque siempre está de bromas y contando chistes porque es muy dinámico y optimista., yo que lo conozco, sé que interiormente no estaba bien.
Decidí regalarle el trébol, aunque no le dije que era suyo porque es muy sensible. Le afecta mucho cuando un amigo tiene un problema, y estoy segura que sería capaz de regalar el cuadro a otro asegurando que lo necesita más que él. No es normal que un chico de veinticuatro años se preocupe tanto por los demás, pero él es así, siempre lo ha sido, y creo y espero que siempre lo sea. No quiero que piensen que lo dice una madre orgullosa (que lo estoy) de su hijo, que lo digo por alabarle, tiene sus cositas como todos los jóvenes. Le afecta mucho cuando un amigo pasa por un mal momento. Si se cruza con un indigente, le entrega lo que lleve en los bolsillos, que no es mucho porque como digo maneja poco dinero, luego le da mil vueltas a la cabeza, pensando cómo vivirá, si pasará frío o si tendrá para comer.
Hace unos meses le di el trébol, y aunque es difícil de creer, las cosas le han cambiado. Ha vuelto con su novia, el banco le ha ofrecido una renovación para su hipoteca dejándola mucho más reducida, y para colmo de casualidades, su antiguo jefe lo ha llamado para que vuelva a trabajar con él.
Y ahora digo yo ¿es casualidad o es el trébol? Hacía tres años que había roto con su novia, dos intentando que el banco le redujera la hipoteca, y llevaba unos meses sin encontrar trabajo. No sé que pensar. Yo, que nunca he creído en nada, ahora dudo.
Podríamos meditar en la idea de pedirle al trébol que nos toque la lotería, pero no creo que sea esa clase de deseos los que cumple (suponiendo que sea él el causante de las casualidades) creo que únicamente cumple los deseos del corazón. El corazón de mi hijo pedía volver con su novia, poder pagar la casa que habían comprado a medias y encontrar trabajo, y es precisamente eso lo que ha conseguido. Otra cosa que también me gustaría añadir es que él sueña con ser humorista, le encanta subirse a un escenario y hacer reír a los demás, precisamente ahora, está teniendo cada vez más actuaciones.
Creer o no creer, e ahí el dilema. Una cosa es cierta: el cuadro está en un lugar visible del mi salón y se quedará ahí por mucho, mucho tiempo.
Ya dije en mi primera entrada, cuando creé el blog, que a partir del día en que coloqué el trébol en un lugar visible, me ocurrieron cosas buenas, una tras otra. Fue cuando comencé a tener mis dudas, aunque aun era reacia a creer del todo en él.
Pues bien, ahora vuelvo a tener mis recelos, y esta vez, quizás me haya convencido.
Yo veía que tenía suerte en cuanto a mis deseos, iba… voy teniendo cada vez más amigos, más logros en lo que me propongo, más confianza en mí misma… Quizás no me entendáis del todo, puede que os parezcan tonterías sin importancia, pero os aseguro que para mí son pasos agigantados.
A mi hijo le iban las cosas mal, o mejor sería decir: desastrosamente mal.
Había roto con su novia, tenía una hipoteca sumamente grande, y para colmo, se quedó sin trabajo. Anímicamente estaba fatal, aunque siempre está de bromas y contando chistes porque es muy dinámico y optimista., yo que lo conozco, sé que interiormente no estaba bien.
Decidí regalarle el trébol, aunque no le dije que era suyo porque es muy sensible. Le afecta mucho cuando un amigo tiene un problema, y estoy segura que sería capaz de regalar el cuadro a otro asegurando que lo necesita más que él. No es normal que un chico de veinticuatro años se preocupe tanto por los demás, pero él es así, siempre lo ha sido, y creo y espero que siempre lo sea. No quiero que piensen que lo dice una madre orgullosa (que lo estoy) de su hijo, que lo digo por alabarle, tiene sus cositas como todos los jóvenes. Le afecta mucho cuando un amigo pasa por un mal momento. Si se cruza con un indigente, le entrega lo que lleve en los bolsillos, que no es mucho porque como digo maneja poco dinero, luego le da mil vueltas a la cabeza, pensando cómo vivirá, si pasará frío o si tendrá para comer.
Hace unos meses le di el trébol, y aunque es difícil de creer, las cosas le han cambiado. Ha vuelto con su novia, el banco le ha ofrecido una renovación para su hipoteca dejándola mucho más reducida, y para colmo de casualidades, su antiguo jefe lo ha llamado para que vuelva a trabajar con él.
Y ahora digo yo ¿es casualidad o es el trébol? Hacía tres años que había roto con su novia, dos intentando que el banco le redujera la hipoteca, y llevaba unos meses sin encontrar trabajo. No sé que pensar. Yo, que nunca he creído en nada, ahora dudo.
Podríamos meditar en la idea de pedirle al trébol que nos toque la lotería, pero no creo que sea esa clase de deseos los que cumple (suponiendo que sea él el causante de las casualidades) creo que únicamente cumple los deseos del corazón. El corazón de mi hijo pedía volver con su novia, poder pagar la casa que habían comprado a medias y encontrar trabajo, y es precisamente eso lo que ha conseguido. Otra cosa que también me gustaría añadir es que él sueña con ser humorista, le encanta subirse a un escenario y hacer reír a los demás, precisamente ahora, está teniendo cada vez más actuaciones.
Creer o no creer, e ahí el dilema. Una cosa es cierta: el cuadro está en un lugar visible del mi salón y se quedará ahí por mucho, mucho tiempo.