19 ene 2010

Haití

Algunos problemas personales me han impedido entrar en mi blog y en el mis amigos. Naturalmente unos problemas insignificantes comparados con la enorme desgracia acaecida en Haití. Es cierto que debemos colaborar en lo que podamos, y es mucha la rabia que nos envuelve cuando miramos las noticias y vemos los sufrimientos de los heridos, la desesperación de los supervivientes, la impotencia de los que intentan controlar el caos… Es en estos momentos es cuando me pregunto ¿quién o qué es capaz de enviar tantas desgracias para los menos desfavorecidos? Es irracional que la naturaleza (o quién sea) se empeñe en “castigar” a los que ya son desgraciados sin su ayuda. No quiero decir con esto que algunos merezcan las desgracias más que otros, es sólo que me parece injusto que las desgracias siempre sean para los más desgraciados.
Ver a tanta gente pelear por un poco de comida, y luego mirar a mi alrededor y contemplar cuánta comida se desperdicia… no sé a vosotros, pero a mí me dan ganas de llorar.

1 ene 2010

Regalo de Navidad


Había un hombre que trabajaba en la oficina de correos, procesando las cartas que traían la dirección ilegible.
Un día llegó a sus manos una carta con escritura temblorosa y que iba dirigida a Dios, pero no tenia dirección alguna. Como esa carta no iba a ir a ningún lado, decidió abrirla para ver de qué se trataba.
“Querido Dios: Soy una viuda de 84 años que vive de una pequeña pensión. Ayer alguien me robó el monedero, que tenía 600 euros. Era lo que me quedaba para el mes, y ahora voy a tener que esperar hasta el mes que viene. No sé qué hacer. El próximo domingo es Navidad y había invitado a dos amigas mías a cenar, pero sin dinero, no tendré qué ofrecerles; no tengo ni comida para mí. No tengo familia y eres todo lo que tengo, mi única esperanza. ¿Me podrías ayudar? ¡Por Favor! Sinceramente, María”
Fue tal el impacto que la carta causó al empleado postal, que éste decidió mostrarla a sus compañeros de trabajo. Todos quedaron sorprendidos, y comenzaron a buscar en sus bolsos y carteras. Al final de la tarde habían hecho una colecta de 520 euros. Los guardaron en un sobre y lo mandaron a la dirección de María. Esa tarde, todos los empleados que cooperaron sintieron una gran satisfacción que tal vez no experimentaban desde hacía mucho tiempo, al saber lo que habían hecho por María y sus amigas. Llegó la Navidad y se fue. Algunos días después de la Navidad, llegó a la oficina de correos otra carta de María. La reconocieron inmediatamente por la escritura y porque iba dirigida a Dios. La abrieron y todos con curiosidad leyeron lo que decía:
“Querido Dios: Con lágrimas en mis ojos y con todo el agradecimiento de mi corazón te escribo estas líneas para decirte que hemos pasado, mis amigas y yo, una de las mejores Navidades de la vida. Y todo por tu maravilloso regalo. Debes saber que siempre hemos sido fieles a tu mandato y hemos guardado todos tus mandamientos, tal vez esa sea la razón de tu benevolencia con nosotras. ¡Gracias, Dios!
Por cierto, faltaban 80 euros. Seguro que se los han quedado, esos hijos de… esos sinvergüenzas de Correos...